Honduras, Tegucigalpa, julio 2010.- El temor a las lluvias hizo que se anticipara de una hora el viaje de la urna desde Managua a Tegucigalpa.
Ese anticipo puso en volandas a todos los organizadores. Había que correr al aeropuerto militar, pues el avión de la urna había despegado de Managua y en 45 minutos estaría aterrizando en Toncontín.
Para eso sirven los celulares. En un dos por tres todos los invitados a la ceremonia de recepción corrían al aeropuerto. Lo cual es mucho decir para Tegucigalpa con su laberinto de calles y su tráfico imposible.
La cosa es que no faltó nadie de los que debían estar. Esta vez no hubo mayores restricciones para acceder a la pista de aterrizaje.
Una formación de impecables cadetes tenía lista la valla de honor. Alumnos y alumnas salesianas, por centenares, llegaban corriendo con el ánimo exaltado por la emoción.
Autoridades religiosas, civiles y militares comenzaron a agruparse. Los comunicadores sociales entrevistaban a cuanto salesiano o salesiana se pusiera a tiro de micrófono.
La tarde lucía espléndida. Unas cuantas gotas de lluvia carecían de importancia como para preocuparse. Al aparecer el avión que se acercaba a tierra hondureña, empezó la locura juvenil.
Otro momento extático se vivió cuando una punta de la urna asomó por la puerta de la nave.
La urna, colocada en su carrito, fue halada por mons. Luis Santos, salesiano, el inspector, P. Luis Corral y la inspectora, sor Sandra Yela. Otras manos ilustres también colaboraban.
Vinieron luego los discursos de bienvenida. Fue entonces que la alarma de lluvia comenzó a inquietar de veras. Las primeras gotas inofensivas de lluvia se fueron convirtiendo en un aguacero fuera de programa.
Del aeropuerto la urna fue trasladada a la Parroquia María Auxiliadora, situada en los cerros hiperpoblados de Comayaguela, ciudad gemela de Tegucigalpa.
Es un mundo al que hay que subir por callejuelas retorcidas.
Una rica comunidad parroquial está ensayando desde hace varios años una vivencia cristiana de frontera.
Allí, en un espacio reducido se está construyendo con audacia la iglesia parroquial. Por ahora se cuenta con un ambiente de cemento sin paredes, demasiado estrecho para la invasión humana que llegó a saludar a Don Bosco.
Ya allí se pararon los relojes. No había prisa. Todos querían estar cerca de Don Bosco.
Además del contacto inmediato de cada feligrés con el santo amado, se celebró la eucaristía presidida por Mons. Luis Santos, salesiano.
Fue entonces cuando la lluvia soportable se transformó en un verdadero aguacero torrencial.
Al cierre de esta nota, la lluvia sigue cayendo con fuerza sin dar señales de amainar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario